1. Introducción.
2. Estudio del mercado
internacional del caracol.
3. Hábitos de consumo del caracol.
4. Formas de comercialización del
caracol.
5. Características nutritivas del
caracol.
6. Problemas higiénico-sanitarios
del consumo de caracoles.
La utilización del caracol como
animal comestible es tan antigua como la misma humanidad. Se han encontrado restos fósiles de moluscos en
cavernas prehistóricas. Los romanos fueron consumidores y también importantes
criadores, ya que idearon los primeros recintos conocidos para criar caracoles.
Estos tenían secciones separadas para las diferentes especies.
El
caracol y la Helicicultura en la época romana
Según Plinio, fue Fulvius Hirpinus
el que estableció en Tarquemia, una ciudad toscana no muy lejos de Roma, la
primera coclearia o lugar de cultivo, aproximadamente en el año 50 a.C., en la que engordaban a los caracoles con vino
y con salvado, alcanzando una merecida importancia.
En ellas se criaban también otras especies procedentes de Iliria, del norte de África, de Boreales, de Capri y de Liguria. Algunos de estos parques de crianza de caracoles se establecieron en Pompeya, junto al Vesubio, donde siglos más tarde los arqueólogos descubrieron miles de conchas que demuestran el comercio de caracoles en aquella época.
Por otra parte, Plinio hablaba ya entonces de los
caracoles asados, degustados con vino y servidos como entretenimiento de las
comidas.
Según una investigación hecha por
la Universidad de Cádiz, los caracoles formaban parte de los ingredientes
(salsa que se usaba como condimento en la época antigua y que era muy
apreciada) que contenían las vasijas de Garum que se han encontrado en los restos
de un pecio de época romana hundido en la Costa Mediterránea.
El caracol en la Edad Media y en la
Edad Moderna
La Edad Media también fue una época
de apogeo de los caracoles. Se consumían en abundancia, entre otras razones
porque esa “carne” era apta para la abstinencia cuaresmal. Se comían los
caracoles fritos con aceite y cebolla, en brochetas o hervidos, y en algunos
monasterios europeos fue un plato habitual. Parece ser, que a principios del
siglo XVIII, el caracol desapareció de las mesas de los nobles. Fue un político
y gastrónomo francés, Talleyrand, quien volvió a ponerlo de moda. Su
resurgimiento llegó porque le pidió a su jefe de cocina que los preparara para
la cena que ofreció al Zar de Rusia. Desde ese momento, la fama de los
caracoles volvió a correr como la pólvora por toda Europa.
El caracol y la Helicicultura en la
época actual
En España, el consumo de caracoles
terrestres tiene un notable arraigo en nuestra cultura ya que han formado parte
desde siempre de la alimentación. Hoy constituye un plato típico e
imprescindible en ciertas festividades, y considerado un lujo en determinados
restaurantes. En Logroño se consume la sopa de caracoles a la riojana el
día de San Juan;
en Huesca y en otros puntos de Aragón, el día de San Jorge se consumen asados con
ajo y aceite;
en Álava, el 28 de abril, día de San Prudencio, se elabora un plato muy
típico que consiste en introducir
una minúscula seta dentro del caracol;
en Mallorca toman caracoles
con pollo el 3 de mayo, fiesta de la
Invención de la Santa Cruz. En Lérida se celebra la fiesta del caracol de
Lérida, el Aplec, en la
que destacan las
carreras de caracoles. En 2016
ha cumplido su XXXVII aniversario y fue declarada Fiesta
de Interés Turístico Nacional en el 2005.
Se calcula que el consumo mundial
actual de caracoles comestibles terrestres sobrepasa las 300.000 toneladas y
según algunos estudios, se estima que en los próximos veinte años esa demanda
se multiplicará por cinco, por lo que pasará a ser de 1.500.000 toneladas.
Los mayores consumidores de caracol
a nivel mundial presentan una gran demanda en contraste con una disminución del
molusco en estado silvestre, por lo que se han visto en la necesidad de
desarrollar sistemas de cría de alta rentabilidad. Esta medida sin embargo, no
ha sido suficiente; sus demandas internas quedan insatisfechas por lo que se
han visto obligados a incrementar las importaciones.
Francia, Italia y España encabezan
la lista de los mayores consumidores. Francia consume 65.000 toneladas por año,
y para satisfacer los requerimientos del mercado doméstico importa 25.000
toneladas por año.
Italia por su parte consume 12.000
toneladas por año, pero al ser insuficiente su producción, también importa un
50% de su consumo.
Por su lado España consume 14.000 toneladas al año y
al igual que los países anteriores compra a terceros. Entre sus principales
exportadores se destacan Yugoslavia, Turquía y Marruecos.
A la lista de consumidores se suman
EE.UU. Japón y países de
medio oriente.
Estudio del mercado internacional
del caracol
El principal exportador a nivel
mundial es Marruecos, quien aporta a España 4.000
toneladas al año. Pero China y Japón se perfilan como grandes
abastecedores de caracoles.
En Sudamérica:
Argentina,
Chile, Perú, Ecuador y Colombia son
los grandes abastecedores de caracoles al mercado Español. Argentina en
especial exporta como máximo 15 toneladas al año para Europa y Brasil
por su lado, sólo produce para su mercado doméstico.
En Centro América, México que se
encuentra en una posición estratégica con respecto a Sudamérica, ha iniciado
recientemente su carrera en esta nueva actividad. El problema es que no existe
un criadero o granja que desarrolle una técnica en la crianza de caracoles con
flujo de producción sostenible y exportable.
Sector
estético: La baba de caracol es una
sustancia que segrega este molusco para poder construir y regenerar su cáscara
y así poder disponer siempre de su característica defensa. Esta sustancia que
nos puede resultar insignificante y hasta repugnante, es utilizada en
cosmetología sobre todo en países como Francia y Alemania, donde se aplica para
el cuidado, regeneración, cicatrización y mejora de la piel.
Alimentación
La carne de este molusco ha
incursionado en la gastronomía, formando parte de platos exóticos y es de las
preferidas por los paladares exigentes.
La carne del caracol además de ser
exquisita es muy pobre en grasas del 0,5 a 0,8 %, en comparación con la carne
de ternera y la de pollo cuyo contenido en grasa es de 11,5 % y el 12%
respectivamente.
Es relativamente pobre en calorías
de 60 a 80 por cada 100 g, es rica en proteínas de un alto valor biológico de
12 a 16 %, en sustancias minerales 1,5 % aprox. y en nitrógeno 2,5 %.
Cabe señalar que en las proteínas
que contiene la carne de caracol están presentes casi la totalidad de los
aminoácidos necesarios para el hombre 9 de 10 y en las proporciones requeridas
para la síntesis proteica.
Adicionalmente con los huevos de
caracol se prepara una especie de caviar blanco.
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